CARLOS CALDERÓNNo te atrevas a morirte con tu música aún dentro de ti.
Como lo hizo el padre de la escritora norteamericana Florence Littauer, cuyo cortejo fúnebre llevó sus restos mortuorios al camposanto en un ataúd plateado. En esos momentos ella recordó -con un nudo en la garganta- que su padre siempre anheló ser cantante, pero que murió sin serlo.
¿Cuántas personas conoces que han partido de este mundo sin desarrollar su potencial, sin tocar su música?
¿Y a cuántos identificas que viven aún, pero que lo hacen alejados de los talentos que los distinguían en su edad temprana?
Hablemos de ti, de tus talentos, de tu música. ¿La estás tocando o estás pensando vivir y morirte sin hacerlo?
Los talentos son los regalos que Dios no da al nacer. Nuestro regalo a Él es desarrollarlos.
Identificar nuestros talentos no se trata entonces de una acción egoísta, sino de una obligación que tenemos por el solo hecho de vivir: La obligación de compartir con el mundo aquellos dones con los que nacimos.
Se trata de poner nuestra gracia al servicio de la humanidad, empezando por nosotros mismos. De hacer de nuestros dones una fuente de realización plena, de sentirnos útiles y de volvernos trascendentes.
No caigas en la interpretación equivocada de que si tu talento no te da dinero no debes cultivarlo. No todos los talentos sirven para ganar dinero, pero con toda certeza todo talento -al ser desarrollado- es útil para hacernos mejores personas y, por consiguiente, nos permite servir mejor a nuestros congéneres agregándoles valor. Esa ganancia puede superar en significancia a cualquier alternativa material.
Cantar, bailar, pintar, hablar, escuchar, degustar, reflexionar, mirar, pensar, conversar, conciliar, organizar, escribir, leer, organizar, persuadir, etc. son parte de una extensa relación de actividades, algunas de las cuales tú puedes hacer mejor que un buen número de otras personas.
¿Qué cosas de las que haces son las que te salen mejor? ¿Sí, las tienes identificadas verdad?
Ahora hablemos de tus hijos.
¿Cuál es la música que ellos aún llevan dentro y que no se han atrevido a tocar?
¿Tú los has escuchado al menos?
Si tus hijos son pequeños, jóvenes o adultos, no importa. Haz lo que tengas que hacer para que toquen su música este año.
Lo ideal sería que empieces haciéndolo tú. El mejor modelo es el ejemplo.
Haz que el año que empieza sea el año en que decidiste tocar tu música.
Pero toca con el corazón, para que el mundo te escuche.
